Nadie de los que estamos vivos hoy habíamos pasado antes por una realidad similar a la que estamos atravesando a causa del COVID-19. Desde el inicio de este año nos hemos visto obligados a cambiar por completo actividades y rutinas que veíamos tan comunes. Ir a la oficina a trabajar, asistir a clases, o simplemente reunirnos con amigos cambiaron de la noche a la mañana. Y esto ha provocado que las olas de estrés de la pandemia del COVID-19 hayan ocasionado también olas de una segunda pandemia de disfunciones emocionales.
Bien dijo el Dr. Viktor Frankl “a cada época corresponde el desarrollo de una psicoterapia”, por eso hoy más que nunca necesitamos brindar a nuestros pacientes una terapia breve intensiva, con instrumentos de aprendizaje rápido, multidisciplinario, aceptando el pasado, aprendiendo a vivir intensamente el hoy, visualizando con asertividad el futuro, de manera que creemos una memoria emocional del futuro.
Si tuviéramos que resumir esta necesidad en dos palabras, diríamos que requerimos desarrollar lo que yo denomino: la INTELIGENCIA ANTIFRÁGIL, término basado en el concepto de ANTIFRAGILIDAD, de Nassim Taleb, el cual explica la propiedad que poseen los sistemas que mejoran o incrementan su capacidad para crecer como resultado de estresores, volatilidad, errores, o enfermedades.
Actualmente vivimos una nueva neurosis colectiva manifestada por incertidumbre, miedo, angustia, frustración, vacío interior, desesperanza, ausencia de sentido de vida, adicciones, enojo, memorias traumáticas, todo ello causado por el estrés de la pandemia, pero afortunadamente el cerebro posee la inteligencia antifrágil.
La inteligencia antifrágil la denomino como la capacidad para crecer ante un factor estresante, adquiriendo nuevas capacidades de desarrollo del pensamiento, de los afectos y las acciones. Surge del caos para incrementar el orden de nuestra vida, aumentando con ello la calidad de vida física, emocional y espiritual.
Lo resiliente resiste, choca y permanece de la misma manera. Lo antifrágil se convierte en algo mejor, siendo así como la antifragilidad nos permite:
Mantener capacidad de aprendizaje
Flexibilidad para adaptarse a la adversidad
Trabajo en equipo
Diversidad para manejar varios campos del conocimiento ej: emociones, administración, redes sociales, trascendencia
Fomentar la fortaleza física, emocional y espiritual
Establecer mantras de automotivación
Visualización de metas congruentes
Humildad para reconocer áreas de oportunidad y para corregir errores
Apertura a la retroalimentación
Mantener fuentes de información confiables
Innovación (creatividad) constante
Rapidez de acción
Con la resiliencia aprendimos a ser como las palmeras, que pueden resistir vientos huracanados y regresar a su posición inicial sin doblegarse (lo cual es toda una hazaña). Pero ahora con la antifragilidad, sabemos que podemos salir victoriosos ante esos vientos huracanados y crecer.
Tal como las flores que crecen a través de la nieve al término de los duros inviernos en las praderas, la antifragilidad tiene la propiedad singular de permitirnos lidiar con lo desconocido y de hacer cosas sin entenderlas, y hacerlas bien.
Todos podemos ser antifrágiles. Es una habilidad que podemos comenzar a desarrollar en cualquier momento, sin importar nuestro pasado, nuestras limitaciones o el escenario por el que estemos atravesando.
Comencemos hoy a crear este mindset de antifragilidad y recordemos, como dice Nassim Taleb, somos más fuertes, más inteligentes y más saludables de lo que creemos.
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